lunes, 28 de octubre de 2013

SI EL VOTO FUERA VOLUNTARIO + SI LOS POBRES VOTARAN LIBREMENTE



Las épocas post-electorales son siempre un estímulo para reflexionar juntos sobre la maquinaria democrática, sus cuentas pendientes, sus mejoras posibles.

Desde hace años escucho a sofisticadxs estudiantes de ciencia política y de derecho, a algún destacado profesor de derecho y filosofía jurídica, y a valiosxs ciudadanxs identificando un "mal" en nuestro juego político, una anomalía, una distorsión que contamina su funcionamiento. Esa anomalía resultaría de la conjunción de dos características peculiares de nuestro sistema electoral:
                                       
                                              El voto obligatorio + el clientelismo político

Le llamo, el argumento del "cóctel fatal"

El argumento afirma que (a) los pobres están dominados por estructuras clientelares que condicionan su autonomía (b) el voto obligatorio distorciona el sistema electoral, pues condiciona la autonomía de aquellos a quienes no les interesa, no saben, no se preocupan por las cuestiones públicas, que previsiblemente votan sin el sentido de responsabilidad que la democracia requiere (c) en las clases pobres, las propias condiciones socio-económicas-culturales y las urgentes necesidades cotidianas, tienen un impacto especialmente alto en términos de interés, conocimiento, preocupación por las cuestiones públicas, las que además nunca impactan de manera relevante en sus pobres condiciones de vida (d) en esas condiciones, los favores y ventajas de la red clientelar juegan un rol muy intenso, potencialmente determinante, en la definición del voto.

En conclusión, termina el argumento: los pobres votan fundamentalmente obligados, sin que les interese demasiado la cuestión política, y su voto muy probablemente se define por el marco establecido por la red clientelar. Su voto no es libre ni autónomo, es producto de la manipulación de su necesidad, y distorsiona estructuralmente el sistema electoral, que presupone igualdad, libertad y sentido de responsabilidad cívica.
La combinación es fatal.

Los remedios son simples (pero difíciles, claro): o bien se instala el voto voluntario; o bien se transforma la matriz de dependencia material/cultural del clientelismo. El primero, claro, es el camino más rápido, económico y de impacto más inmediato y realizable.

El argumento del "cóctel fatal" tiene un importante atractivo, pues parece apoyarse las ideas nobles de la libertad y la autonomía, y en el valor del voto como forma de autogobierno.


Pero tiene errores garrafales.

1.- El más grave es el siguiente (y me gusta hacerlo, porque es como ganar con todo en contra...fíjense). Condedamos por un momento al  argumento todo lo que pide en sus premisas. Aún haciéndolo, el argumento está fundamentalmente mal porque se equivoca al asumir que el voto clientelarmente orientado o determinado es "irracional", "no-autónomo" o "insensible a las responsabilidades cívicas".
Por el contrario, es perfectamente racional, autónomo y consistente con una sensible ponderación de las responsabilidades cívicas. Al menos, tanto como lo es el voto de una empresaria que prioriza sobre todo la opción que mejora el "clima de negocios", la del trabajador que prioriza sobre todo la opción por quien mejora el transporte proletario cotidiano, la de la chica idealista que vota por quien les garantice luchar contra la corrupción, o el del chico idealista que apoya quien proyecte mas respeto por la diversidad sexual. Se trata, ni más ni menos, que votar por aquello que considerás más prioritario, y por quienes están más cerca de dártelo. No hay ninguna razón -ninguna- por la que fuera reprochable o disvalioso que alguien viviendo en la pobreza extrema priorice el acceso a los más elementales bienes materiales que le proveen sentido de autorrespeto o confort elemental. Como no lo hay -tampoco- en que prioricen de manera idéntica quienes voten a favor de quienes les ofrecen prosperidad o estabilidad en sus condiciones económicas. No podría haber más libertad en tales votos.
Si existiera algún problema en el sistema electoral (estoy hablando del sistema electoral, ojo), es que en general los partidos no tienen buenas ofertas para las prioridades de los más pobres; no que éstos o sus prioridades son irracionales o irresponsables. De hecho, tienen la misma matriz de priorización que todos (en todo caso, su situación contextual es diferente).

 Dado que el voto "clientelarmente influido" es sensato y razonable (por supuesto que votás por quien te garatiza bienes materiales importantes, sea una heladera, sea un metrobus, sea un buen clima de negocios), no hay ninguna razón relativa a la calidad de la democracia que justifique limitar su influencia o expresión. Lo que debe haber es mayor y mejor dedicación de los competidores políticos por atraer ese voto, con buenas ofertas, consistentes con las prioridades de estos grupos poblacionales.

2.- Paso ahora a otra falla del argumento del "cóctel fatal": También es errada la idea de eliminar la obligatoriedad del voto, con el argumento relativo a que sólo el voto voluntario permite afinar la "intensidad de las preferencias" y evitar "distorsiones" de gente irresponsable/no interesada, que vota de manera ignorante "sólo por cumplir su obligación".
Según el argumento, dado que esos votos cuentan igual que el de las personas cívicamente responsables, el sistema tendría en realidad una distorsión que se eliminaría con el voto obligatorio.
Es fácil darse cuenta de que el argumento es prima facie "sospechoso" de prejuicio en la medida en que aparezca asociado al voto de "los pobres", claro. Presupone inaceptablemente que los pobres son desinteresados/irresponsables -lo que es falso- y presupone que los no-pobres son interesados/responsables -lo que también es falso. (hay un camino por esta vía, que va directo al voto calificado, sea basado en la riqueza, o en la educación, o en las capacidades mentales de las personas....nadie lo propone públicamente, pero muchxs no lo hacen sólo porque no encuentran la forma práctica de implementarlo sin side-effecs...).

Pero, aún liberados del prejuicio en cuestión, la solución -considerada imparcialmente- es pésima, porque es autofrustrante y alienante, para los más vulnerables. Y es fácil ver por qué.
El voto voluntario -si fuera exitoso en su diseño- haría que sólo voten quienes sienten que su vida puede cambiar significativamente de acuerdo a quiénes gobiernan; y estos grupos son, obviamente, aquellos con capacidad de impacto o influencia sobre la política. Los grupos incluidos y con acceso e interés en la "opinión pública". De este modo, sólo estos serán los grupos políticamente relevantes (los clientes de los políticos), alienando al resto, hasta el nivel "eficiente" de esfuerzo/recompensa.
El voto obligatorio, y sólo el voto obligatorio, genera los incentivos correctos para que todos los grupos sean políticamente relevantes (lo que es bueno si la democracia es "para todos), aunque no tengan acceso ni interés en la opinión pública o incidencia en las politicas públicas cotidianas, precisamente porque su voto cuenta.
Por lo tanto, la "sobreinfluencia" de los desinteresados con el voto obligatorio se neutraliza con su "subinfluencia" en el voto voluntario. Dado que nos nos interesa -postulo yo- una democracia que se ocupe de todxs, y no sólo de lxs "buenxs ciudadanxs cívicamente comprometidxs, cultxs, etc. etc.", la subinfluencia y la sobre influencia son distorsiones simétricas, en relación con los incentivos que generan para que los partidos maximicen el alcance de sus ofertas al beneficio de toda la comunidad.
Ese empate (sobre/sub influencia) debe saldarse por una evaluación acerca de qué sistema genera más incentivos para el interés y el destino de todos sea tenido en cuenta por el sistema político. Claramente, un sistema donde voten es más sensible a eso que un sistema donde no voten.

Y la repuesta tendiente a argumentar que con el voto voluntario todos "tienen la libertad de elegir si votar o no" no modifica el escenario pues la igual consideración y respeto es algo que merecemos aunque no nos interese la política o seamos ineptos en ese campo (es injusto que el estado me diga que perjudica mi interés porque no tuve energía suficiente para votar y hacerme interesante).

Sólo el voto obligatorio genera el incentivo adecuado para que los partidos "piensen en todos" y no en "los votantes". Y debemos preferir un sistema en el que los partidos deben pensar en todos, no sólo en los votantes.


PARA JUGAR CON LOS RESULTADOS ELECTORALES
http://www.resultados.gob.ar/inicio.htm

9 comentarios:

  1. El tema es a mi entender profundamente irrelevante. El voto debería ser voluntario simplemente porque existe la opción de votar en blanco o impugnar el voto, no por el argumento absurdo del clientelismo. El clientelismo va a seguir existiendo en la medida que existan clientes y patrones: simplemente se obligará a votar a los "clientes" y ya. Pero en la medida que se permite sin sanción (y una sanción sería absurda) impugnar el propio voto, lo único que se consigue con la obligatoriedad es una molestia absurda: si puedo impugnar mi voto, entonces puedo renunciar a votar. No veo como puede justificarse una cosa y no la otra.

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    1. pero NICO, malentendés el punto del "voto impugnado". No es un "derecho" que tenés, o una facultad...no se permite. La anulación del voto es la sanción. El hecho de que una persona pueda "desear" que se produzca la sanción, no cambia tal circunstancia (como no cambia que sea una sanción pasar una noche preso por hacer "x", aunque yo haga "x" precisamente para pasar una noche preso porque no quiero ir a casa.
      La molestia no es absurda; pero por lo demás, que sea una "molestia" no es una razón ganadora, frente al valor de generar incentivos para que la clase política se ocupe de los intereses de todos, pero particularmente de los de quienes menos capacidad de presión tienen.

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  2. Por otra parte creo que es injusta la crítica (en parte también porque los motivos utilitarios para justificar el voto voluntario no son tales). A lo que se apunta es que el voto del cliente muchas veces es forzado. Es decir, me importa un belín lo que piense este señor ni que ideas tiene, lo voto porque me asegura tal o cual plan social: "Me encantaría votar a Massa, pero si no voto a MI, no cobro mas el plan social". Es decir, no es un voto que tenga en cuenta más que el futuro inmediato personal. Tan malo como el que votó a Menem porque la convertibilidad lo favoreció. Esos son los votos deseables en la democracia?

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    1. Me parece que tu punto tiene un error claro (tal vez es conceptual, tal vez es sólo del ejemplo). tu ejemplo no es de un "voto forzado", sino de un voto perfectamente libre, en el que el sujeto utiliza una racionalidad de segundo mejor. O mejor dicho, de evitar el peor escenario (idéntico en estructura, al argumento de Carrió, de que se vote a pino, aunque se prefiriera votar a gabriela o quien fuera, para evitar que ganara filmus). super libre y racional (diferente es que votes a "a" prefiriendo votar a "b", porque te ponen un revolver en la cabeza, o te retienen los documentos, etc...pero eso no sólo no es libre, sino que es un voto ilegal, ya sabemos)

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  3. Hola Gustavo, un gusto pasar por acá y leer tus entradas, que son más que interesantes.
    Comparto la conclusión del artículo, pero dejo algunas discrepancias.
    Creo que el argumento del "coctel fatal" -por más que no lo comparta-, no deja lugar al prejuicio de clase al que haces referencia (o, por lo menos, quien cae en ese prejuicio hace una lectura muy pobre). En mi experiencia, conozco más indiferencia a la hora de ir a votar por parte de gente rica, de cierto status, cuya posición difícilmente se verá alterada por un cambio de dirigencia política, que por parte de gente de bajos recursos, que va a votar con convicción rezando porque las cosas mejoren para ellos. Me ha tocado escuchar en la última semana como una señora de 65 años se tomó dos colectivos para ir a votar, mientras que un joven de 27, poseedor de un auto, se quedó durmiendo hasta las 19:00 tras una larga noche de parranda.
    Luego, el tema del clientelismo: sostenés que el voto que se podría denominar "clientelista" es tan libre como cualquier otro. Es igual al del joven idealista o el empresario que apoya el neoliberalismo; la distinción sólo estaría dada en la serie razones que motivan el voto -todas, en principio, respetables en cuanto inclinaciones individuales-. Pero creo que a esa lectura se le escapa el hecho de que en los distintos ejemplos el campo de autodeterminación de cada votante es radicalmente distinto. No me parece que sean equiparables -en cuanto a voto "libre"- las situaciones de quien vota tratando de salvaguardar su subsistencia a la del empleado de clase media que puede, en un nivel abstracto, ponderar qué proyecto político le resulta más atractivo para el porvenir del país. Esta bien, ambos votan de acuerdo a intereses individuales (que podrán ser más o menos egoístas), pero la desigualdad social existente tiene un efecto degradante sobre el campo de lo que se decide libremente: de ahí que yo crea que mientras hay votos que se emiten con total libertad, otros tienen cierto grado de coacción, aunque no esté representada en la manera evidente del gunman de Hart.

    Tomás

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    1. gracias Tomás.
      comparto tu punto sobre la "indiferencia"...Mi comentario sobre el prejuicio implícito apuntaba, solamente, a que cada vez que escuché el argumento, era en el contexto de la queja por el voto de los sectores pobres. Pero comparto lo que decís en el primer párrafo.
      El segundo punto es más que interesante. Y estoy dispuesto a aceptar, contigo, que el campo de autodeterminación pueda ser distinto (no se si radicalmente, pero sí distinto en medida significativa). Comparto también que la desigualdad social es una causa -injusta, en países como argentina- de esa diferencia. Ahora bien, y siguiendo con Hart, ya que lo evocamos, es el de la vaguedad. Quiero decir: vos dirías que la limitación a la autodeterminación (la cantidad de pelos que le falta) es tál que afirmarías que "no es libre" (que es pelado)? Yo creo que tal afirmación es incorrecta conceptualmente, y sobre todo, que es catastrófica moralmente, y políticamente....Porque si afirmaras tal cosa, la única forma de ser consistente es PROHIBIR tales votos. El argumento de la falta de autonomía no es un argumento para el voto voluntario, sino para el voto calificado...Pero, creo, ni vos ni yo afirmaríamos que los pobres son calvos (je). Y por lo tanto, debemos, tener claro que hay una cuestión de grados, pero sin implicancias en el punto relevante, que es mejor que todos voten, que cada uno tiene derecho a votar autointersadamente por cualquier cosa que le interese, y que es bueno que los políticos tengan incentivos lo más fuertes posibles para proponer políticas en beneficios de todos, especialmente los que están peor.
      cómo la ves?

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  4. 100% de acuerdo.
    Comparto, convencido por los argumentos que exponés en el post, que es mejor que todos voten.Y de hecho, es cierto que mi observación sobre los distintos grados de autodeterminación que existen dentro del electorado no tiene injerencia sobre aquella conclusión. Tu referencia a la vaguedad de Hart es muy ilustrativa en ese aspecto.
    El punto que quería resaltar (no quizás como objeción a tu planteo, sino como complemento), motivado en gran parte por el concepto de precondiciones que garantizan un desenvolvimiento más justo de procesos cívicos trascendentales -como lo han sostenido vos y Gargarella en muchos casos, como en el derecho penal-, es que si partimos de un ideal de democracia en el cual cada ciudadano vota en un grado similar de igualdad (eliminando aquí el binomio libre/coaccionado), debemos poner el foco en las condiciones sociales desiguales, que sin duda atentan contra la libertad que funciona como condición necesaria para el voto democrático.
    Cabría preguntar: de qué modo estas desigualdades afectan la libertad? Por supuesto que no la eliminan, ya que, como remarcás, quien elige al candidato que le garantiza condiciones mínimas de dignidad, no deja en definitiva de estar haciendo una elección. Pero su situación es muy distinta a la de quien ya cuenta con esas condiciones mínimas de dignidad, y puede "darse el lujo" de analizar qué alternativa le resulta ideológica o programáticamente más interesante. Creo -sin estar aportando nada novedoso- que existe una relación, por lo menos de grado, entre posición social y libertad para votar, y que un sistema democrático será más sano mientras menos desigualdad social exista, y consecuentemente los votos se emitan en situaciones más parejas de autodeterminación.

    Tomás

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    1. no podría estar más de acuerdo. por eso mismo, la discusión de mañana a las 18:00 en la UBA (salón velez sarsfield) que presentará Jahel Queralt Lange sobre el principio de diferencia de Rawls y la democracia es imperiosa. saludos

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  5. Me la pierdo! Vivir en Mar del Plata tiene esas desventajas.
    Por eso especiales gracias por el intercambio y por manternos estimulados y pensando a quienes estamos a la distancia, saludos.

    Tomás

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