Las épocas post-electorales son siempre un estímulo para reflexionar juntos sobre la maquinaria democrática, sus cuentas pendientes, sus mejoras posibles.
Desde hace años escucho a sofisticadxs estudiantes de ciencia política y de derecho, a algún destacado profesor de derecho y filosofía jurídica, y a valiosxs ciudadanxs identificando un "mal" en nuestro juego político, una anomalía, una distorsión que contamina su funcionamiento. Esa anomalía resultaría de la conjunción de dos características peculiares de nuestro sistema electoral:
El voto obligatorio + el clientelismo político
Le llamo, el argumento del "cóctel fatal"
El argumento afirma que (a) los pobres están dominados por estructuras clientelares que condicionan su autonomía (b) el voto obligatorio distorciona el sistema electoral, pues condiciona la autonomía de aquellos a quienes no les interesa, no saben, no se preocupan por las cuestiones públicas, que previsiblemente votan sin el sentido de responsabilidad que la democracia requiere (c) en las clases pobres, las propias condiciones socio-económicas-culturales y las urgentes necesidades cotidianas, tienen un impacto especialmente alto en términos de interés, conocimiento, preocupación por las cuestiones públicas, las que además nunca impactan de manera relevante en sus pobres condiciones de vida (d) en esas condiciones, los favores y ventajas de la red clientelar juegan un rol muy intenso, potencialmente determinante, en la definición del voto.
En conclusión, termina el argumento: los pobres votan fundamentalmente obligados, sin que les interese demasiado la cuestión política, y su voto muy probablemente se define por el marco establecido por la red clientelar. Su voto no es libre ni autónomo, es producto de la manipulación de su necesidad, y distorsiona estructuralmente el sistema electoral, que presupone igualdad, libertad y sentido de responsabilidad cívica.
La combinación es fatal.
Los remedios son simples (pero difíciles, claro): o bien se instala el voto voluntario; o bien se transforma la matriz de dependencia material/cultural del clientelismo. El primero, claro, es el camino más rápido, económico y de impacto más inmediato y realizable.
El argumento del "cóctel fatal" tiene un importante atractivo, pues parece apoyarse las ideas nobles de la libertad y la autonomía, y en el valor del voto como forma de autogobierno.
Pero tiene errores garrafales.
1.- El más grave es el siguiente (y me gusta hacerlo, porque es como ganar con todo en contra...fíjense). Condedamos por un momento al argumento todo lo que pide en sus premisas. Aún haciéndolo, el argumento está fundamentalmente mal porque se equivoca al asumir que el voto clientelarmente orientado o determinado es "irracional", "no-autónomo" o "insensible a las responsabilidades cívicas".
Por el contrario, es perfectamente racional, autónomo y consistente con una sensible ponderación de las responsabilidades cívicas. Al menos, tanto como lo es el voto de una empresaria que prioriza sobre todo la opción que mejora el "clima de negocios", la del trabajador que prioriza sobre todo la opción por quien mejora el transporte proletario cotidiano, la de la chica idealista que vota por quien les garantice luchar contra la corrupción, o el del chico idealista que apoya quien proyecte mas respeto por la diversidad sexual.
Se trata, ni más ni menos, que votar por aquello que considerás más prioritario, y por quienes están más cerca de dártelo. No hay ninguna razón -ninguna- por la que fuera reprochable o disvalioso que alguien viviendo en la pobreza extrema priorice el acceso a los más elementales bienes materiales que le proveen sentido de autorrespeto o confort elemental. Como no lo hay -tampoco- en que prioricen de manera idéntica quienes voten a favor de quienes les ofrecen prosperidad o estabilidad en sus condiciones económicas. No podría haber más libertad en tales votos.
Si existiera algún problema en el sistema electoral (estoy hablando del sistema electoral, ojo), es que en general los partidos no tienen buenas ofertas para las prioridades de los más pobres; no que éstos o sus prioridades son irracionales o irresponsables. De hecho, tienen la misma matriz de priorización que todos (en todo caso, su situación contextual es diferente).
Dado que el voto "clientelarmente influido" es sensato y razonable (por supuesto que votás por quien te garatiza bienes materiales importantes, sea una heladera, sea un metrobus, sea un buen clima de negocios), no hay ninguna razón relativa a la calidad de la democracia que justifique limitar su influencia o expresión. Lo que debe haber es mayor y mejor dedicación de los competidores políticos por atraer ese voto, con buenas ofertas, consistentes con las prioridades de estos grupos poblacionales.
2.- Paso ahora a otra falla del argumento del "cóctel fatal": También es errada la idea de eliminar la obligatoriedad del voto, con el argumento relativo a que sólo el voto voluntario permite afinar la "intensidad de las preferencias" y evitar "distorsiones" de gente irresponsable/no interesada, que vota de manera ignorante "sólo por cumplir su obligación".
Según el argumento, dado que esos votos cuentan igual que el de las personas cívicamente responsables, el sistema tendría en realidad una distorsión que se eliminaría con el voto obligatorio.
Es fácil darse cuenta de que el argumento es prima facie "sospechoso" de prejuicio en la medida en que aparezca asociado al voto de "los pobres", claro. Presupone inaceptablemente que los pobres son desinteresados/irresponsables -lo que es falso- y presupone que los no-pobres son interesados/responsables -lo que también es falso. (hay un camino por esta vía, que va directo al voto calificado, sea basado en la riqueza, o en la educación, o en las capacidades mentales de las personas....nadie lo propone públicamente, pero muchxs no lo hacen sólo porque no encuentran la forma práctica de implementarlo sin side-effecs...).
Pero, aún liberados del prejuicio en cuestión, la solución -considerada imparcialmente- es pésima, porque es autofrustrante y alienante, para los más vulnerables. Y es fácil ver por qué.
El voto voluntario -si fuera exitoso en su diseño- haría que sólo voten quienes sienten que su vida puede cambiar significativamente de acuerdo a quiénes gobiernan; y estos grupos son, obviamente, aquellos con capacidad de impacto o influencia sobre la política. Los grupos incluidos y con acceso e interés en la "opinión pública". De este modo, sólo estos serán los grupos políticamente relevantes (los clientes de los políticos), alienando al resto, hasta el nivel "eficiente" de esfuerzo/recompensa.
El voto obligatorio, y sólo el voto obligatorio, genera los incentivos correctos para que todos los grupos sean políticamente relevantes (lo que es bueno si la democracia es "para todos), aunque no tengan acceso ni interés en la opinión pública o incidencia en las politicas públicas cotidianas, precisamente porque su voto cuenta.
Por lo tanto, la "sobreinfluencia" de los desinteresados con el voto obligatorio se neutraliza con su "subinfluencia" en el voto voluntario. Dado que nos nos interesa -postulo yo- una democracia que se ocupe de todxs, y no sólo de lxs "buenxs ciudadanxs cívicamente comprometidxs, cultxs, etc. etc.", la subinfluencia y la sobre influencia son distorsiones simétricas, en relación con los incentivos que generan para que los partidos maximicen el alcance de sus ofertas al beneficio de toda la comunidad.
Ese empate (sobre/sub influencia) debe saldarse por una evaluación acerca de qué sistema genera más incentivos para el interés y el destino de todos sea tenido en cuenta por el sistema político. Claramente, un sistema donde voten es más sensible a eso que un sistema donde no voten.
Y la repuesta tendiente a argumentar que con el voto voluntario todos "tienen la libertad de elegir si votar o no" no modifica el escenario pues la igual consideración y respeto es algo que merecemos aunque no nos interese la política o seamos ineptos en ese campo (es injusto que el estado me diga que perjudica mi interés porque no tuve energía suficiente para votar y hacerme interesante).
Sólo el voto obligatorio genera el incentivo adecuado para que los partidos "piensen en todos" y no en "los votantes". Y debemos preferir un sistema en el que los partidos deben pensar en todos, no sólo en los votantes.
PARA JUGAR CON LOS RESULTADOS ELECTORALES
http://www.resultados.gob.ar/inicio.htm