martes, 6 de agosto de 2013

El Constructivismo Jurídico (play the game)


by the way...hace mucho que no escuchás/ves a Queen, no? (muy mal)

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La profesión jurídica –y según dicen algunos, también la biografía de lxs abogadxs- están configuradas por un pendulante movimiento entre la “ingenuidad” y el “escepticismo” acerca del derecho y la realización de la 
justicia.

A cada una de estas actitudes corresponde un “sentido común teórico”.
1.- A la Ingenuidad = el Formalismo
2.- Al Escepticismo = el Realismo Crítico (o crítica hiperrealista)

Por supuesto, hay una tercera correspondencia –horrible- que resulta de combinar una actitud escéptica con una aproximación formalista: Esto conforma un cinismo miserable (la mayoría de las veces), o un desdoblamiento psicológico al límite de la disfuncionalidad –como el de quien no puede digerir un tabú. No voy a ocuparme aquí de esa lamentable anomalía, claro.

Volvamos pues a nuestras dos actitudes básicas: La ingenuidad asume que las normas del derecho realizan la justicia, y el escepticismo asume, o bien que no hay justicia que realizar, o que las normas del derecho no tienen potencia para hacerlo (las razones pueden ser diversas, la más vendedora, claro, es la idea de que tales normas funcionan siempre en favor una clase, o grupo, que domina injustamente).
Por supuesto, desde cualquiera de estas actitudes, la comunidad jurídica prácticamente no tiene responsabilidad alguna, ni mandato ético/moral/político alguno de construir justicia (o bien porque ella ya está formalizada en las normas, o bien porque su realización con el derecho es, como diría Oliveira sobre la esperanza, “una palmira gorda”).

El “constructivismo jurídico” rechaza el recorrido pendular de las dos actitudes dominantes. Acepta que generalmente el derecho opera en beneficio de grupos de poder, reconoce que no sabemos bien (o no estamos de acuerdo sobre) qué reclama la justicia. Al mismo tiempo, el “constructivismo jurídico” acepta que la operación del derecho ofrece muchas posibilidades sustantivas, procedimientales, formales y simbólicas para trabajar en búsqueda de justicia;  y –aquí su núcleo- el resultado al que se llegue en ese trabajo depende del tipo de práctica que construyamos con sus posibilidades…del tipo de juego que juguemos con el derecho.

El “constructivismo jurídico” asume la “artificialidad” del derecho; con eso asume su indeterminación, y con ello su potencialidad para ser (funcionar) de maneras muy diversas.
Como el deporte, la pintura, como la literatura, el derecho depende de lo que hagan con él quienes lo “usan” a través del tiempo. Es construido a medida que es ejecutado (esa es la idea de una práctica social abierta y fluyente, you know?).

El “constructivismo”, a diferencia de las otras dos actitudes, abraza la indeterminación (no la ignora, ni la suprime) y con ello asume también el desafío de proponer un sentido para la práctica del derecho (como una escuela de pintura); concretamente: hacer de éste un práctica a través de la cual podamos procesar nuestra búsquedas –erráticas y conflictivas- de justicia.

La maravilla del “constructivismo jurídico” es que desafía a (y permite) explorar al mismo tiempo lo que la justicia reclama, y cómo hacer que el derecho funcione mejor para procesar nuestras búsquedas, sin presuponer (ni requerir) nada más que nuestra actitud de jugar el juego de esa manera.

El “constructivismo jurídico” no tiene (no necesita, no busca) certezas, ni fundamentos. En eso es genuinamente postmoderno.
El “constructivismo jurídico” no presupone sentidos ni fines para la práctica del derecho, es una actitud tendiente a proponerlos, probarlos transformarlos ante cada buena idea sobre cómo podrían servirnos mejor. En eso es genuinamente pragmático.
El “constructivismo jurídico” no afirma que el nihilismo cínico esté equivocado. Simplemente rechaza esa actitud hacia el derecho y la justicia como poco atractivas y florecientes para darle identidad al juego (el juego que nos hacen jugar es feo, simplemente eso). En ese sentido es genuinamente lúdico.

Pero, postmoderno, prágmático y lúcido como és; nos ofrece una ética, una moral y una política valiente y valiosa, si tan solo queremos asumir su desafío.

Ojalá que no seamos demasiado cobardes, vagos o aburridos como para trabajar con el derecho por la justicia.

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