El 3 de Agosto de 2012, Juan Marín Del Potro perdió un partido histórico contra Roger Federer en la semifinal de los juegos olímpicos de Londres, jugado en Wimbledon. Al día siguiente, en cierto facebook atribuido a mi nombre se escribió esto que copio abajo.
Si no hubiera sido escrito entonces, trataría de escribirlo hoy.
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DEL POTRO. DEPORTE. LÍMITES Y REGALOS
Juan Martín del Potro me recordó ayer qué es lo que amo más profundamente del deporte (y admiro de quienes son deportistas). Es, simplemente, ese consiente e insensato desafío extremo a los límites, dentro de las reglas del juego.
Es ese estado de “pureza moral” que advertimos cuando vemos al/la deportista vaciándose en pos del límite.
No amo tanto del deporte (ni mucho menos), la adrenalina del triunfo, ni la de la incertidumbre del resultado, ni la belleza de la destreza.
Lo que me deja auténticamente lleno es recibir ese regalo de quien se vacía por ser otro/a; por ser ese/a que no era antes –por hacer eso que antes no hacía, ese/a que superó todo lo que había logrado antes, ese que saltó fuera de su propia sombra.
Mi admirado Manu Ginóbili hace eso cada segundo de cada partido de básquet, con cualquier camiseta que juegue. Cuando encima logran lo que casi nadie más puede lograr la cosa es un delirio (Luciana Aimar, Messi, etc.).
Pero el punto es que corren el insensato riesgo de intentar lo imposible (salirse de su propia sombra), es que asumen la posibilidad de no lograrlo –y tal vez hacer el ridículo- e igual se vacían por hacerlo, es que están dispuestos a llorar como bebés de tristeza (cuando todos nosotros hacemos todo lo posible por no salir de nuestra zona de confort) porque algo casi imposible no es realizado.
Luego del partido de Del potro –tuve la suerte de caminar por las calles y ver decenas de grupos de gente con la ñata en el vidrio de decenas de bares- algunos habrán quedado vacíos (por la derrota y por el tiempo perdido) y otros habremos quedados llenos, llenos de esa energía descomunal de la que se vació completamente Del Potro buscando, en un salto al vacío y al desnudo, hecho en público; salirse de su propia sombra.
Los deportistas de alma (los jugadores de alma) están dispuestos a jugar cada partido como si lo pudieran ganar. Insensatos. Quijotes insensatos. Algunos pocos, incluso juegan cada partido hasta el final como si lo pudieran ganar. Unos poquititos –héroes deportivos-, llegan hasta a ganar alguna vez “juegos imposibles”; esos juegos imposibles son aquéllos en los que rompen sus límites, más allá de cuál sea el resultado de la competencia.
Ayer, Del Potro perdió un partido, y ganó un juego imposible.
Ayer saltó fuera de su sombra, ayer regaló lo más sublime que un deportista puede regalar: todo su ser en pos de la superación. Todos lo vimos, entregó todo su ser. Qué suerte tuvimos! Nos lo entregó a nosotros.
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