(no te pierdas la posdata)
La última escena que recuerdo de cierta fiesta de viernes -antes de perder el sentido- fue una sabrosa polémica acerca de la mejor pizzería de Buenos Aires. Para ser más precisos, acerca de la mejor pizza en la ciudad.
Previsiblemente, ignoro en qué terminó el asunto. Un vodka asesino que prestidigitaba cierto gigante ruso pudo más.
La última escena que recuerdo de cierta fiesta de viernes -antes de perder el sentido- fue una sabrosa polémica acerca de la mejor pizzería de Buenos Aires. Para ser más precisos, acerca de la mejor pizza en la ciudad.
Previsiblemente, ignoro en qué terminó el asunto. Un vodka asesino que prestidigitaba cierto gigante ruso pudo más.
En todo caso, mi memoria evoca, o inventa, que para el caso es igual, aproximadamente lo siguiente.
En general, los sub 30 bien informados elegían de manera casi unánime “el cuartito”.
En general, los sub 30 bien informados elegían de manera casi unánime “el cuartito”.
Alguna mencionaba: “Angelín está muy bien, también”, con
un tono aparentemente neutral pero inocultablemente pretencioso, a pesar de lo
cual se les notaba que en el mejor de los casos había ido 2 veces, medio
dormida o medio pasada, y sólo comió una musarela (si querés leer mozzarella, dale nomás).
Cuando la conversación comenzaba a ponerse un poco más colectiva,
algunos incluyeron a Banchero, pero sin acertar a decir nada especialmente
bueno sobre su pizza; pura tradición,
vacía. Nada más.
Y antes del final se mencionaba, casi mecánicamente, a “los
inmortales” y “las cuartetas”; sólo para chequear que efectivamente no serían la
primer elección de nadie, salvo por un descuido o alguna coincidencia. El único
mérito de sus dueños, digámoslo, ha sido el de instalar sus locales en avenida Corrientes.
No fue el caso de aquél viernes, creo, pero en toda conversación
similar, si hubiera demasiada gente participando y la charla durara lo suficiente como para que todos se acomodaran; alguien -muy fuera de lugar- mencionará que le encantaron las pizzas a la
parrilla de 1983 (o 1994, o algo así), o que "Romario".... Será inmediatamente silenciado con
carcajadas e insultos en igual proporción por los/as pizzeros honorables, y no volverá a hablar en toda la
velada (bien merecido lo tendrá, dicho sea de paso).
Los que estaban entre sus 30 y 45, y no desperdician sus cenas porteñas
en rutinas gourmet de Pal-Telmo, se distribuían parejamente entre “El Cuartito” y “Güerrín”. Por supuesto, en ese momento hubo que repetir la rutina de aclararle
a la teenagereada que no es “Guerrín”, ni mucho menos –ayyy- “Guerín”. Hubo que
explicarles la función de esos dos vistosos puntitos arriba de la “u”; reírse de
ellos y decirles que seguramente también creen que los motoqueros pelean contra
el bajón en “Uguis”, aunque lo hagan en “Ugi´s”.
En todo caso, si yo pudiera recordar la conversación, estoy seguro de que
habría terminado conmigo exaltado, pontificando que, obviamente, Güerrín hace la
mejor pizza de Buenos Aires, por años luz de diferencia.
Apuesto que hubiera agregado que, para empezar, Güerrín tiene los mejores hornos -concebidos para leña, claro- y con ellos logra una temperatura única. Por eso, sólo allí -te lo juro- la musarela (o el provolone, o el camembert, ustedes elijan) está finamente crocante y dorada por arriba, pero con una temperatura uniforme y en el punto justo en todos los ingredientes. No tengo dudas de que yo habría alardeado que bastaba con comparar esas pizzas doradas como el sol con las pálidas y mortecinas que escupe la competencia para definir el duelo.
Apuesto que hubiera agregado que, para empezar, Güerrín tiene los mejores hornos -concebidos para leña, claro- y con ellos logra una temperatura única. Por eso, sólo allí -te lo juro- la musarela (o el provolone, o el camembert, ustedes elijan) está finamente crocante y dorada por arriba, pero con una temperatura uniforme y en el punto justo en todos los ingredientes. No tengo dudas de que yo habría alardeado que bastaba con comparar esas pizzas doradas como el sol con las pálidas y mortecinas que escupe la competencia para definir el duelo.
Pero además, les habría explicado que entre las 100 variedades de Güerrín, pueden encontrarse al menos 7 que son únicas en su composición, y logran un maridaje se sabor sublime, que no podrías soñar en comer en ningún otro lado del mundo. Esas 7 variedades exclusivas son, cada una de ellas,
absolutamente perfectas. Podés empezar por la de “musarela, jamón, alcauciles y
morrones”; la de “apio, jamón crudo, puerros, alcaparras y crema”; o quizás la de “espárragos,
jamón, crema y estragón” (personalmente, cuando estoy desatado, ataco la de "jamón crudo, palmitos, camarones y huevo duro", pero luego vuelvo en mí).
Pero claro, tal vez sea, simplemente, que Güerrín fue el primer lugar al
que llevé a cenar a mi chica cuando vino a visitar y florecer mi solitaria vida
porteña.
Acaso sea que allí, mi yo casi adolescente y bien provinciano vio
por primera vez a Bobby Flores, comiendo solo y ausente detrás de una botella de moscato, tarde, muy tarde... y pensé que eso era la libertad.
También pudiera ser que ese lugar guarde el recuerdo de
aquél show maravilloso de Charly García que sólo duró 3 canciones.
Por supuesto, alguna relevancia debe tener el hecho de que la
familia, y todos los amigos de la vida, me hayan regalado imborrables risas y
palabras en alguna cena güerrinesca.
Y no menos significativa será aquella noche invernal y algo lluviosa, en que una
grande de musa, vestida de azul, viajó en subte, se escondió en el sobretodo, atravesó la
seguridad del Sanatorio y llegó aún tibia al cuarto 312 para celebrar en familia una exitosa
cirugía de apéndice.
Güerrín, como Pink Floyd, como Cortázar, es un lugar a dónde
llegar.
Si sos un/a sub 30, seguramente seguirás prefiriendo El Cuartito. Y está
bien; es la mejor pizzería, y es probable que todavía necesites de los lugares para encontrate.
Pero cuando te importe más la pizza que la pizzería; cuando ya sepas quién sos en realidad, debajo de todas las capas de tu cebolla (como maría); cuando puedas ser genuinamente vos en cualquier lugar, tal vez, una de esas noches llegues finalmente a Güerrín. Quizás me encuentres, en una de las mesas redondas de la planta baja, cerca del segundo horno, es el mejor lugar de la pizzería, claro. Saludame.
Pero cuando te importe más la pizza que la pizzería; cuando ya sepas quién sos en realidad, debajo de todas las capas de tu cebolla (como maría); cuando puedas ser genuinamente vos en cualquier lugar, tal vez, una de esas noches llegues finalmente a Güerrín. Quizás me encuentres, en una de las mesas redondas de la planta baja, cerca del segundo horno, es el mejor lugar de la pizzería, claro. Saludame.
(PD leguleya: termino de escribir el título, y me acuerdo del más maravilloso paper que leí en los últimos 2 años..."I'm the Walrus - Fragmentos de Algo"...que también es, entre otras cosas, una conversación de pizzería....búsquenlo, y devórenselo)
Güerrín, indudablemente de las del Centro. No se puede opinar sobre el tema con rigor científico, sin haber probado la fugazzeta de La Mezzeta (Alvarez Thomas a metros de su intersección con Forest). Salute!
ResponderBorrarupa, justo debo ir por la zona a retirar una impresora...qué maravillosa coincidencia!!
Borrarsin dudas Güerrin, no tiene comparación, saludo esta oda tan merecida a la alegría en forma redonda y con sonrisa de muza
ResponderBorrarcapo, se te cae un lagrimón desde la ciudad luz, no? (no durará más que un segundo, claro....espero verte en una foto con quesos y vino en el pont des arts por favorrrrrr)
Borrarjajaj para mi desgracia la foto tiene un par de meses, y claro que tengo fotos con quesos y vinos y los candados del pont jajaja, hay un lugar espectacular muy "maurino", con vinos comida típica y una maestro que toca esa cajita de música y grita durante horas, ya te pasaré la data si andas por ahí un día, así visitas.
Borrarme aseguraré de pedirte esa data preciada!!
BorrarEstimado,
ResponderBorrarTenemos que juntarnos a discutir el temita de "Las Cuartetas", no puede despreciarla de esa manera.
(habremos de hacerlo alrededor de una musa, claro!) pero es que, cómo le digo...no diré que es una mala pizza -el desprecio ha sido más que nada narrativo, je, aunque borges aventuraría que es el único verdadero- pero es algo así como que después de comer esas pizxas su alma sigue igual, me entiende? no su estómago, que está agradecido -y agrandado- claro...sino su alma, que no se agranda, no se estremece....comprende?.
BorrarCuando quiera y pueda nos juntamos alrededor de una pizza a discutir esto y muchas otras cosas.
BorrarUn abrazo !!
Prohibido leer este post sin haber almorzado! Ay ay ay...
ResponderBorrarOtra del palo: La Rey, ideal antes de algún concierto en el Gran Rex