El feriado del 24M es una oportunidad única que nos regalamos cada año.
Es la oportunidad de reafirmar la piedra fundamental de la esperanza en una vida pública definida por el respeto irrestricto por los Derechos Humanos y la Supremacía de las Leyes sobre la voluntad, deseos y caprichos de los poderosos.
Es la oportunidad de recordar la vergüenza de lo que hemos hecho (sí, lo que hemos hecho) como comunidad política, y poder decirnos (no decirle a nadie más, sino decirnos) nunca más.
El feriado del 24M es el feriado fundamental de estas generaciones de argentinxs. Es el feriado alrededor del cual estas generaciones de argentinxs construye y cultiva su identidad política. Así como otras generaciones se inspiraron en el 25 de mayo, o en el 9 de julio, o quién sabe, en el 17 de agosto. Las generaciones que viven el comienzo del Siglo XXI tienen su feriado identitario en el 24M.
Ninguno otro ofrece una posibilidad de reflexión sobre el núcleo de nuestra vida común y los valores fundamentales que queremos realizar en ella (ni los feriados centenarios, ni los nuevos como el del 2 de abril, etc. tienen, ni remotamente, la potencia del 24M, y me alegra muchísimo que así sea).
Somos -quisiera que fuéramos- una comunidad política construida con el recuerdo del horror simbolizado en el el 24M como su símbolo mítico. Así, por un siglo...un siglo alejándonos de ese horror, como quien se aleja de un big bang. Recordándolo cada año, para calibrar la trayectoria, para reafirmar que nos seguimos alejando, que vamos hacia el país del respeto incondicional de los Derechos Humanos y la Supremacía de las Leyes sobre la voluntad, deseos y caprichos de los poderosos.
Pero, y por eso, cuidado con los idus de marzo.
Cuidado con olvidar, con banalizar, con puentizar, con kirchnerizar, con marchizar, con marketinear, con fiestizar el 24M.
Ya lo estamos haciendo, cayendo en la tentación de instrumentalizarlo, aprovecharlo, edulcorarlo.
Ya lo estamos haciendo; no vos, ni vos, ni ella, ni él, ni aquél...lo estamos haciendo como comunidad.
Y al hacerlo, perdemos y debilitamos la fuerza para seguir alejándonos de ese horror (y ese horror, somos nosotros, aunque quisieras negarlo, olvidarlo, somos nosotros).
Cuidado con los idus de marzo.
Que nuestro feriado identitario no se burocratice. Estamos demasiado cerca todavía. La generación del horror está viva aún, y algunas formas del horror todavía están en nuestras prácticas públicas. Pero peor aún, la tentación con lo que produce el horror está vigente. La tentación con la supremacía del poder sobre la ley, la tentación con que los derechos humanos no sean un compromiso inclaudicable, sino una variable más (o menos).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario